09 enero 2011

El Estado y la Ley

El Gobierno está legitimado para marcar las pautas de convivencia a través de Leyes que las regulen.
Sin embargo el Gobierno ni nadie de su entorno está legitimado para intentar emplear argumentos falsos y falaces para convencer de la conveniencia o no de una ley y su debida aceptación por parte de los ciudadanos.
Las leyes deben tener un carácter claro, deben ser además claras y hay que procurar que no sean ambiguas y permitan diferentes interpretaciones, dependiendo que lo que más le interese al legislador en un momento dado. Además deben de ser universales (que afecten a todos los ciudadanos) y es el propio Estado el que debe garantizar el cumplimiento de la misma.
Que una Ley cumplan de manera estricta todos los postulados no significa que sea buena "per se", puesto que los ciudadanos o una parte de los mismos pueden no estar de acuerdo con ella en general o en parte, sin embargo, la ley debe de buscar el beneficio de la mayoría en detrimento de la minoria, e incluso en caso necesario (para su protección), el beneficio de la minoría en detrimento de la mayoría.
Es el caso de la nueva Ley Antitabaco promovida por este Gobierno, la ley trata de proteger a una minoría (son menos los ciudadanos españoles que no fuman que los fumadores) de los perjuicios para su salud provocados por una mayoría. Sin embargo, nadie ha esgrimido este aspecto como el esencial de esta ley, sino que se han puesto de manifiesto otros, no menos importantes, pero que no solo los esenciales, como el coste que genera a la sanidad española (hay otras actividades que generan un mayor coste para la sanidad española y no se han movilizado en contra de ella); la protección del menor (sin embargo permitimos conductas plenamente aceptadas tan perjudiciales o más que el uso de un cigarrillo en lugares públicos frecuentados por los menores; etc... Estos argumentos lo único que hacen es despreciar, una vez más, la salud mental y la capacidad de razonar de los ciudadanos españoles, que no necesitan que ningún gobierno les lleve de la mano y actúe de manera altamente paternalista (en el sentido más peyorativo de la palabra), sino que merece que se le expliquen las cosas claras y con los argumentos necesarios para poder formarse una opinión real.
Era fumador hasta el 2 de enero de 2011, tal vez tenga que agradecerle a la nueva Ley Antitabaco el impulso para dejar de fumar (algo que es claramente perjudicial para mi salud, como tantas otras cosas), pero no estoy dispuesto a agradecer a la nueva ley ni al gobierno que la ha impulsado el recorte en mi libre albedrío ni el recorte en mi capacidad de decisión y toleracia hacia los que me rodean. Tampoco le agradeceré a este Gobierno que haya desviado la atención y los esfuerzos de la Administración de los principales problemas que tienen los españoles en estos momentos para centrarse en la aplicación y cumplimiento de esta nueva ley.

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